Una buena alimentación es vital para que el niño crezca sano y fuerte. Comer mal afecta no sólo a su crecimiento físico, sino también a su desarrollo intelectual.
Una correcta alimentación del niño durante los primeros años de vida puede repercutir positivamente en su estado de salud, así como en su habilidad para aprender, comunicarse con los demás, pensar y racionalizar, socializarse, adaptarse a nuevos ambientes y personas y, sobre todo, en su rendimiento escolar. Una buena alimentación puede influir notablemente en su futuro.
La alimentación constituye también uno de los problemas más importantes con los que se enfrentan los adultos responsables de los niños.
En esta etapa, el comportamiento infantil lleva a los niños a elegir cosas en general –y alimentos en particular– según su percepción sensitiva: colores, sabores, textura, etc. Habitualmente los alimentos elegidos con este criterio no se corresponden con los más adecuados para el desarrollo infantil y sí con los más deficitarios en nutrientes y perjudiciales para la salud. Sumado al bombardeo de propaganda sobre alimentos atractivos y poco saludables para los niños, que socavan las buenas intenciones de los adultos en la selección de alimentos adecuada.
Hoy en día, existe una gran pérdida de los hábitos saludables tanto en la población adulta como en los niños. En muchas ocasiones a los niños se les proporciona sólo los alimentos que desean y es difícil dedicar el tiempo necesario a enseñarles a tener una buena alimentación y, en otras ocasiones son los padres, educadores o responsables de los niños los que no tienen buenos hábitos alimentarios, y el niño aprende lo que ve.
La ciencia ha demostrado que la mejor edad para asimilar buenos hábitos alimentarios y de salud es en la infancia temprana, en concreto entre los 3 y los 6 años. Para demostrarlo, se han publicado estudios con una intervención nutricional a esta temprana edad, enseñando buenos hábitos alimentarios y de ejercicio físico. Los resultados muestran que pasados 3 años desde la intervención, los niños mantienen los hábitos adquiridos previamente
Por lo tanto, enseñar a los niños a tener buenos hábitos desde edades tempranas promueve que se mantengan esos hábitos en la edad adulta, y reduce los riesgos que provocan unos malos hábitos en la salud, tanto de los niños como de los adultos.
Sin embargo, alimentar de forma saludable a los niños constituye a veces un problema y pueden existir muchas dudas a la hora de preparar los platos y los menús. Para apoyar en esta tarea intentaremos repasar aquellos puntos necesarios para elaborar una alimentación adecuada, saludable y que garantice un crecimiento y desarrollo esperado.
A grandes rasgos hay que tener en cuenta que:
Se deben evitar las grasas saturadas, productos panificados con grasa, galletería envasada.
Se deben incluir diariamente alimentos ricos en fibra. Vegetales, frutas, granos.
Se deben excluir en lo posible colorantes y conservantes.
No se debe sustituir la fruta fresca por jugos; siempre es mejor ofrecer una pieza de fruta. Ofrecer a diario agua como bebida habitual
Se deben dejar los fritos y precocinados (como papas noissettes, nuggetts, hamburguesas, etc.) para situaciones especiales, no como alimento habitual.
Los productos elaborados tipo tortas y galletas si pueden ser caseros, mejor. En cualquier caso, tampoco deben formar parte de la dieta habitual.
Dentro de las recomendaciones habituales, una dificultad con la que se encuentran los padres es en el consumo de vegetales y/o frutas. La recomendación nutricional en estos grupos se estableció en 2 porciones de verdura y 3 de fruta para toda la población. Y en el caso de los niños no es distinto, aunque el tamaño de la porción se deba ajustar a su edad y características físicas.
Las verduras son alimentos saludables que aportan vitaminas y minerales y contribuyen a una correcta hidratación, por lo que no deben faltar en la alimentación de los niños. En muchos hogares, sin embargo, no se logra cumplir este objetivo.
Podemos intentar estos tips para lograr la inclusión de este grupo en la comida diaria sin que se establezca una batalla campal cada vez que se presenta la comida:
El proceso de imitación. Debemos dar el ejemplo. Rara vez un niño optará por las verduras si sus padres no las consumen.
Compra y selección de las verduras. Podemos intentar llevarlos a comprar vegetales. Y aprovechar el momento para mostrarle la variedad de alimentos que hay. Y si es posible dejarle que elija los vegetales y los lleve a pesar.
Dejar que los niños nos acompañen en la cocina y participen de la preparación del menú diario. Aprovechar los platos preferidos por el niño e incorporar algún vegetal en la preparación. Incorporar pequeñas porciones del nuevo alimento al principio.
Cambiar la presentación de los platos. A veces con un poco de imaginación podemos conseguir que el plato que le servimos sea atractivo además de nutritivo.
Si luego de poner en práctica estas ideas, no logramos incorporar las verduras recordar, no obligar al niño a comer ni castigarle. Tampoco insistirle o alimentarlo a la fuerza. El mejor remedio para que acepte las verduras es la paciencia.
No debe premiar a los niños con comida. Los niños deben hacerse conscientes de que deben comer de una manera saludable, no esperando recompensas. No asociando que si comen vegetales se le da un premio, porque puede ser contraproducente.
En definitiva, se trata de hacer comprender al niño, y a veces a los padres, que comer es un acto necesario para vivir y sentirse bien, para lo que a veces no es necesario comer en cantidad sino más bien en calidad.
Los niños con Diabetes tipo 1 no escapan de todas estas características de alimentación saludable, si bien debemos hacer énfasis en algunas condiciones particulares:
Dieta adecuada en nutrientes para el crecimiento y desarrollo del niño.
Evitar variaciones glucémicas, consiguiendo un equilibrio entre dieta, insulina y ejercicio.
Alimentación con alto contenido en hidratos de carbono complejos.
Rica en fibra.
Baja en azúcares refinados.
Bajo aporte graso procedente de grasas saturadas.
Aporte proteico suficiente y adecuado a los requerimientos del niño.
Distribución planificada y regular de la comida a lo largo de día.
Educación dietética familiar.
Fomento del uso de alimentos frescos.
Las necesidades nutricionales de los niños con Diabetes tipo 1 son iguales a la de todos los niños de su edad. Por lo tanto no se aconseja seguir una pauta de alimentación exclusiva y diferente del resto de los niños. El tratamiento alimentario de la Diabetes tipo 1 es adaptar la insulina a la alimentación, y no la alimentación a una cantidad de insulina.
Una alimentación saludable y adaptada debe ser rica en carbohidratos, moderada en proteínas y baja en grasas, especialmente saturadas.
Es fundamental conocer cuáles son los alimentos que contienen carbohidratos. y también el tipo de carbohidrato y la cantidad que contienen.
El etiquetado de los alimentos ayuda a conocer la composición de los alimentos y así poder incluirlos en la alimentación habitual sin producir alteraciones glucémicas. Recordar valorar en las etiquetas la cantidad total de carbohidratos por porción de un producto y no solo la presencia o ausencia de azúcares. Y prestar especial atención al contenido de fibra de los alimentos, nutriente que colabora con el control de las glicemias.
Se debe distribuir las comidas durante el día y considerar horas de ayuno y la necesidad de colaciones si así lo requiere el niño por sus actividades. Un punto importante es la colación en la noche, para evitar ayunos prolongados y el desajuste de la glucemia.
Buscar las estrategias adecuadas para incluir en una alimentación saludable a todos los miembros de la familia, como forma de beneficiarse todos de los cambios de alimentación sugeridos, y especialmente que el niño con Diabetes no se sienta excluido de la alimentación familiar.
La alimentación es una parte fundamental en el tratamiento de la Diabetes. No obstante, en ocasiones es causa de dificultades y conflictos, parte de los cuales pueden resolverse con un mayor conocimiento del impacto de los diferentes alimentos en los valores de glicemia, de las porciones necesarias, de las sustituciones posibles, etc. Se debe animar a padres, cuidadores y niños a implicarse en el conocimiento de la Diabetes para así hacer más “dulce” su tratamiento.