Un año diferente. Un año cargado de cambios, preocupaciones, miedos e incertidumbres. Esta pandemia generó en todos nosotros muchos sentimientos encontrados: miedo y tranquilidad en casa, incertidumbre y alivio de las corridas diarias, aburrimiento y mucho para hacer, mucha tecnología y ganas de algo diferente. Y así, podríamos seguir pensando y mencionando muchos sentimientos que nos ocurrieron en estos meses del 2020.

Obviamente, nuestros niños y adolescentes no son ajenos a los mismos. Ellos vivieron drásticamente un cambio brutal de sus planes y tareas para el año. Algunos de esos cambios les gustaron, otros no tanto. En toda esta ecuación de cambio, una vez más la Diabetes presente aportando lo suyo.

Varias cosas debemos tener en cuenta en estos momentos.

Los cambios nunca son fáciles. Muchas veces nos gustan mucho y aún así, no son fáciles. Acomodarse a los cambios de rutinas, del estudio, del manejo de clases distintas, de grupos y subgrupos, de evaluaciones diferentes, de distancias sociales, de clases con lugares fijos para sentarse, de tapabocas, de poco contacto… es todo un desafío.

En el interín, la Diabetes presente que no sólo no cambia sino que puede incluso agregar en cada paso lo suyo de incertidumbre y miedo. Debemos recordar en cada momento que estas instancias no son fáciles porque los cambios generan de por sí, mucha ansiedad y lo nuevo, lo no conocido, en especial. Tengamos paciencia con nuestro adolescente en particular que atraviesa esta etapa tan rara con una constante nada fácil. La comprensión del otro, como siempre, hace maravillas. Los cambios, por su parte,  son una constante en la vida de nuestros niños y adolescentes creciendo.

Cambios biológicos.

De talla, peso, masa muscular, fuerza, junto con todos los inconvenientes típicos del desarrollo, muy universales pero no por eso lindos. Estos cambios corporales nos siempre son armónicos y progresivos, a veces son bruscos y generan una sensación de incomodidad y desconocimiento del propio cuerpo nada fáciles. Muchas veces se acompañan de un sentimiento de rareza y alejamiento del otro que cambia en un ritmo diferente, que inciden en esta mezcla rara de cambios. Nuevamente la comprensión es bienvenida.

 Cambios cognitivos.

Es decir, en la manera de pensar y encarar el día a día. En la adolescencia aparece el pensamiento hipotético deductivo por primera vez y los adolescentes lo ensayan con miles de teorías, preguntas y cuestionamientos una y otra vez. Pueden ser exasperantes durante el proceso, por otra parte tan necesario para comprender y asimilar la realidad desde otro lugar. Tengamos paciencia. Es parte del crecer y aprender. Pero esta nueva forma de pensamiento lleva a una serie de consecuencias a tener en cuenta. Aparece la llamada fábula de la invencibilidad: el adolescente se cree y percibe invencible; vive convencido que todo lo puede manejar y que nada malo le pasará. Obviamente, aparece un nuevo desafío con el manejo cotidiano de las rutinas necesarias de la Diabetes. Este nuevo encare trae obviamente aparejado desajustes. Son esperables. Nuevamente, tengamos comprensión y paciencia pero seamos al mismo tiempo firmes a la hora de explicar y pautar. Como nunca, es necesario que el adolescente confíe en su médico diabetólogo para que a pesar de esta nueva forma de encarar la vida, siga con los controles, ajustes y manejos imprescindibles que su Diabetes requiere. Hacer de páncreas, no es fácil.

Otra consecuencia que complica es la audiencia imaginaria. Los adolescentes viven con la sensación que todo el mundo los mira como bajo una lupa. Un granito minúsculo es vivido como algo terrible. Todo lo visible puntea hacia el miedo a la vergüenza. El manejo de la Diabetes, a pesar de los enormes avances en los últimos años, es un manejo visible. Y no les gusta. El miedo a ¨quedar pegados¨ y que los miren, es el principal miedo en la etapa adolescente. Este mecanismo subterráneo está en la base de muchos malos manejos y no controles. Comprendamos, no juzguemos, pongamos en palabras y pensemos soluciones para el manejo práctico. El camino nunca es minimizar los miedos. El camino es siempre la comprensión.

La vulnerabilidad y el manejo de la intimidad adquieren también dimensiones nuevas. Padres y técnicos deben recordarlo. Seamos respetuosos al preguntar y al escuchar. Esta conciencia de sí mismos es nueva y exige de nosotros respeto y espera.

Los cambios emocionales también están presentes. Se viven las emociones más intensamente, con cambios bruscos y desproporcionados. Más ansiedad, más autoconciencia, más soledad, más molestias y como ya mencionamos,  mayor noción de la vergüenza. Interpretar nuestros estados emocionales es para ellos también difícil. Hablemos de nuestro miedo y nuestras preocupaciones. No esperemos que ellos nos lean y nos interpreten. Expliquemos con palabras sencillas lo que sentimos y pensamos, sin dramatizar ni culpar ni amenazar ni intentar controlar. Da miedo, pero es necesario.

Aparecen también cambios en su independencia: claramente aumenta su funcionamiento independiente lo cual genera en nosotros mayor ansiedad y miedo. Es una ruta en un solo sentido. Es normal el camino hacia una mayor independencia pero son inevitables los errores. Los técnicos deberán estar especialmente atentos al manejo de acuerdo a la vida real de cada adolescente. La palabra clave: comprenderlos y acompañarlos en este proceso de autodefinición y afianzamiento de su personalidad. Piensan cada vez mejor. Hagamos honor de este proceso cognitivo y expliquemos claramente nuestros miedos e incertidumbres y los necesarios aunque odiados controles.

Su interés es el presente. Los adultos muchas veces, al hablar sea del estudio, sea de la Diabetes, tendemos a hacer hincapié en el futuro. Cuidar el futuro. El adolescente está centrado mayormente en el presente. No conectamos si hablamos de lo que le conviene para el futuro en ningún aspecto, no sólo en el tema Diabetes. Comprendamos esto y traigamos el presente a su vida. Y desde ese presente, expliquemos. Siempre recordemos el ingrediente comprensión.

Nuestros hijos adolescentes, igual que nosotros probarán la vida. Esa es la tarea de la adolescencia. Pero obviamente nos da miedo. Probarán el alcohol, el cigarrillo y muy probablemente en este momento la marihuana. Obviamente nos da miedo. Comprendamos, acompañemos, charlemos. Sin enojo, sin amenazas inconducentes, sin castigos. Acompañemos, entendamos y expliquemos. Ese es el antídoto principal a los problemas. Estar, validar, comprender, ayudar, esperarlos.

El mundo no es un lugar fácil. Ayudemos nuestros hijos a encararlo en este nuevo momento intra y post pandemia que suma lo suyo, como ya vimos.

Por su parte, los miedos han estado muy a flor de piel en los últimos tiempos. Miedos por la pandemia, miedos por familiares mayores o con especiales riesgos, miedos económicos y miedos por la Diabetes. El miedo es una emoción paralizante que en general no colabora en pensar y organizarnos bien.

La Diabetes, por su parte como todos sabemos, exige cada día una atención, una rutina y una adaptación minuciosas. Hacer de páncreas no es fácil. Siempre lo debemos recordar. A veces, creemos que por el tiempo transcurrido nuestro hijo o hija ya debería estar acostumbrado. No es así. Aprendieron a lidiar paso a paso con el tema pero cada momento en su vida en crecimiento y desarrollo presenta nuevos desafíos en cuanto al encare, al manejo, a la independencia que desean. Los miedos no nos dejan pensar bien y eso nos lleva en algunos momentos a paralizarnos o a cometer errores.

Estemos presentes sin enojarnos, junto a ellos. Entendamos sus miedos. Con paciencia y comprensión validemos sus emociones negativas que pueden reeditar enojos que parecían ya superados. Siempre debemos validar la vida emocional de todos. Las personas no somos robots. Sentimos cosas. Y todo lo que sentimos es válido. Qué hacer con lo que sentimos es lo que tenemos que aprender a regular. No nos enojemos por las emociones negativas que despliegan nuestros hijos. Validemos esas emociones. Siempre es el paso necesario para un adecuado manejo.

¿Y como lograr todo esto? El ingrediente principal: la comunicación eficaz. Y para que una comunicación será eficaz y satisfactoria, debe ser asertiva. Eso implica recordar que primero debemos saber escuchar, ser orejas buenas para nuestros hijos y luego en segundo lugar, debemos saber transmitir. Muchas veces vemos y vivimos la comunicación exactamente al revés: me tiene que escuchar, que me mire, que me registre, que oiga todo lo que tengo para decirle que es por su bien. Todo esto es cierto pero la comunicación eficaz se inicia siempre en todo momento por la escucha adecuada. Con atención, con mensajes subliminales de ¨me interesa lo que me cuentes¨, con actitud cooperativa y de entendimiento. Sólo así se inicia la comunicación eficaz.

Poner en palabras las dificultades que vemos, las emociones que notamos. Con cuidado, respeto y en forma tentativa. Es como poner delante de ellos un espejo: te veo enojado, te veo preocupada. Y nada más. Sin preguntas, sin ¨contame que te ayudo¨. Simplemente el registro atento y respetuoso del otro abre puertas mágicamente. Obviamente no todo el tiempo. No siempre tenemos ganas de contar. Pero el día que si lo hacemos es completo y llenito de la confianza básica de saberse respetado y entendido. Y eso es clave para todos los manejos de la vida, incluyendo la Diabetes. Hacer de páncreas no es fácil. No lo olvidemos. Enoja, frustra y desconcierta. Nuestros niños y adolescentes no son ajenos a estas emociones. Validemos, comprendamos, escuchemos atentamente, preguntemos  muy poquito. Estemos ahí.

Cuando tenemos mensajes para transmitir contactemos con la mirada, pongamos nuestra mejor posición de intercambio, saquemos el enojo y la preocupación de la ecuación y en nuestro propio lenguaje y sin discursos, planteemos nuestra preocupación. Sin dramatizar. Sin traer del pasado los errores del manejo. Para ellos no es una etapa fácil. Recordémoslo siempre. Se reeditan como ya mencionamos enojos, rabias, frustraciones y el ¨por qué a mi ¨. Esperemos, validemos estas emociones. Es nuestra principal y mejor tarea para con nuestros hijos.

La pandemia llegó y aún la vivimos. Trajo lo suyo en miedo, preocupaciones, incertidumbre y obviamente compromisos de salud. No le permitamos que nos aleje de la comprensión hacia nuestros niños y adolescentes. Todos y cada uno de nosotros necesitamos del otro para sentirnos bien, para sentirnos comprendidos y para encarar la vida. Nuestra principal tarea como padres y como técnicos es estar ahí para validar emociones, comprender conductas y guiar actitudes. No nos dejemos arrasar por nuestros propios miedos. Hacer de páncreas no es fácil. No lo olvidemos.

¡Todo lo bueno en esta tarea de querer y educar en el día a día a los nuestros!

¡Hasta la próxima!