Desde hace unos meses nos encontramos enfrentando una enfermedad epidémica, que ha afectado a las personas a nivel mundial. La misma trajo aparejada una crisis global a nivel económico, social y político.

Como consecuencia generó en la sociedad una sensación de inestabilidad, nos exigió ponernos a prueba, poner en juego nuestros recursos personales y estrategias emocionales que surgen al enfrentarnos y transitar situaciones adversas.

El impacto psicológico dio lugar a vivenciar emociones como enojo, aburrimiento, frustración, preocupación, miedo a lo desconocido, a enfermarse, a la muerte de un familiar o propia.

El impacto económico provocó en muchos casos la pérdida parcial o total de puestos de trabajo. Entre las medidas que se tomaron para enfrentar ésta situación, se recurrió al aislamiento social.

Esto implicó el confinamiento en los hogares, la pérdida del contacto social, modificó la forma de vincularnos y produjo un cambio significativo del ritmo de nuestras vidas.

Lo anteriormente mencionado, sumado a la incertidumbre por no saber cuánto tiempo llevará transitar ésta situación, así como cuál será el alcance total de la misma, desencadenó que muchas personas padezcan un alto nivel de estrés, ansiedad o depresión.

La Organización Mundial de la Salud define la depresión como un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.

La depresión puede tener diferentes grados de severidad. Varía desde una depresión reactiva provocada por algún acontecimiento que se vive de una manera muy negativa, como la pérdida de un ser querido, a la depresión mayor de extrema gravedad, o a los trastornos bipolares en los que se alternan fases de depresión con otras en las que el ánimo está elevado, expansivo o irritable.

Es un trastorno frecuente que afecta distintas áreas y aspectos de la persona. Todos en algún momento pudimos vivenciar sentimientos de tristeza y angustia de forma pasajera. Sin embargo, cuando se transita la enfermedad depresiva, estos sentimientos no se desvanecen, sino que interfieren en el día a día del individuo.

Las personas que se encuentran deprimidas tienen pensamientos negativos, procesan la información de manera distorsionada, lo cual aumenta su nivel de malestar.
Algunas de las personas que se ven afectadas y padecen ésta enfermedad, ven también comprometida su vida sexual y se enfrentan a una disfunción sexual.

Una disfunción sexual se da cuando una persona tiene dificultades en resolver cualquier fase del acto sexual: deseo, excitación, orgasmo y resolución. Como resultado la respuesta sexual se ve deteriorada de forma significativa. Ésta dificultad puede ser una problema que se presente de forma ocasional, frecuente o permanente, y a su vez poder ser parcial o total de cualquiera de las fases anteriormente mencionadas.

Cuando se transita por una depresión, es muy recurrente la ausencia de deseo sexual así como de la capacidad de poder desarrollar y disfrutar de fantasías sexuales, esto se da tanto en hombres como en mujeres.

En los hombres que padecen depresión, uno de las dificultades sexuales más comunes es la disfunción eréctil, siendo éste el problema que más preocupa y afecta su masculinidad.

En el caso de las mujeres puede verse las consecuencias de esta enfermedad en la ausencia de lubricación en la fase de excitación, en la ausencia de orgasmos (anorgasmia) y en el coito doloroso (disparuenia).

Para ambos sexos se encuentra presente la dificultad por sentir placer en el encuentro, así como el que se vea descendida la frecuencia de la actividad sexual.

La depresión en sí misma genera un desinterés a nivel general de toda actividad que pueda brindar placer o sea gratificante, no escapa a ello el encuentro sexual. Como efecto secundario, los fármacos indicados para el tratamiento de la enfermedad, pueden repercutir en el funcionamiento sexual de la persona.

El camino para poder mejorar nuestra salud y tener una mejor calidad de vida es, tratar de forma adecuada la depresión. Para ello se requiere tomar la medicación indicada por el médico tratante y acompañarla con un tratamiento terapéutico psicológico que aborde de forma conjunta la depresión así como los trastornos sexuales que pudieran presentarse.

Con la colaboración de:

Psicóloga Lic. Lorena Caimi Deus.
lorenacaimi@hotmail.com