Un tema que nos gustaria tratar en esta columna tiene que ver con la alta frecuencia en que se nos consulta por BAJO DESEO SEXUAL cuando en realidad el problema no es ese.

Ese supuesto bajo deseo sexual, en los  casos que queremos mencionar, es secundario a un problema previo de disfunción eréctil  que se ha mantenido y muchas veces agravado con el pasar del tiempo.

Esto genera en el varón un gradual aumento del temor al desempeño que se confunde con un bajo deseo, sobre todo por la pérdida gradual de confianza y disminución progresiva o a veces brusca, parcial o total de la autoestima.

El deseo sexual está presente pero al saber que se va a fallar, ese varón ni siquiera quiere pensar en el sexo y por ende cree que no hay deseo.

Con relativa alta frecuencia, el paciente ha realizado consultas previas con otros colegas que al no profundizar en el interrogatorio o en el examen físico, directamente intentan actuar sobre ese supuesto bajo deseo.

Es por ello que el paciente es sometido a largos tratamientos intentando corregir valores de testosterona, a veces bajos, pero muchas veces, valores que se encuentran dentro de los rangos internacionalmente considerados normales.

Para ello el varón recibe altas dosis de testosterona -que si bien al inicio puede en parte revertir la situación-, no atacan el problema de fondo, que es,  la disfunción eréctil.

Es así que ese individuo, cuando nos consulta lo hace ya con cierto grado de desanimo y falto, no solo de confianza en su propio rendimiento, sino también, con falta de confianza en la medicina.

Es muchas veces difícil recuperar la confianza en uno mismo, pero más difícil es, recuperar la confianza en los médicos y la medicina ya que lo que de ahí en más se haga, no depende tanto del paciente, sino que depende mucho de un buen criterio científico por parte de nosotros.

Con respecto a los valores de la hormona sexual, testosterona, debemos enfatizar que el que muchas veces nos encontremos con valores bajos de laboratorio, no significa que obligatoriamente debamos actuar indicando inyecciones de esta hormona.

La clínica siempre es soberana y si los elementos aportados por el paciente no condicen con esos bajos valores, no es necesario hacer un aporte exógeno.

La práctica nos ha demostrado que en muchísimos casos, solamente mejorando la erección, se  genera un gradual aumento de la confianza y de la autoestima lo que aumenta el  deseo, que si bien, repito, no es la causa del problema, el paciente cree que es lo que estaba afectado.

Para ser más claros: renace un supuesto bajo deseo sexual, pero lo que en realidad sucede es que disminuye el temor a fracasar y se recobra la confianza y la autoestima.

Por supuesto que tambien existen situaciones en las que el paciente debe recibir, si no hay contraindicaciones, testosterona exogena, ya que tanto los valores de laboratorio y la clinica que se nos presenta, asi lo imponen. El aporte de testosterona va a depender de los valores encontrados y del cuadro clinico.

Existen en nuestro mercado dos farmacos exclusivamente para este tratamiento siendo diferentes -según cual se utilize-, la forma de administracion.

El modelo clásico que se sigue usando es de una dosis cada 15 o cada 20 dias en serie de 3 o 4 inyecciones intramusculares. Esa serie se puede repetir al tiempo si el cuadro asi lo exige.

En la actualidad, una nueva forma de presentacion de la testosterona, el NEBIDO, se utiliza en dosis que se hacen en general cada tres meses.

Todo paciente que recibe este aporte exogeno debe saber tambien que no se logran cambios en la primera dosis. Siempre se debe esperar un tiempo para que renazca el deseo perdido o disminuido. Asi mismo, se pueden percibir la reaparicion de las erecciones espontaneas matinales cuando han desaparecido por esta razón.

Es necesario recalcar que el aporte de testosterona cuando esta bien indicado, no genera lesiones malignas de la próstata. Es un error considerar que la testosterona genera cáncer, pero sí debemos saber que cuando esta enfermedad está presente a nivel prostático, la testosterona sí está contraindicada.

El axioma médico “PRIMERO, NO DAÑAR”, comanda nuestras acciones.